jueves, julio 10, 2003

He pasado horas tratando de imitar mi rostro en un trozo de cera. No escondo el propósito que me ha llevado a consagrarme a esa tarea silenciosa: recomponer el gesto que la soledad en el espejo me confió hace apenas unos días. Con paciencia voy detallando las estrías de mi piel, los amarillos orificios de mis ojos, la callada lasitud de unos labios que de pronto se rompen en una carcajada: ¿Y si alguna vez me atreviera a sonreírle al espejo, mentiría?