domingo, julio 25, 2004

 
El silencio es el instrumento de la noche. Sesga las sombras para detener tus pasos; reduce tu prisa a un miedo inexplicable.

No lo notas, pero a cada segundo ella imita el vacío de estrellas en las calles recién humedecidas.

Es la hora en que nada se oye.

Pero alguien atreve un murmullo. La noche entonces esparce su niebla y todo vuelve a ser confusión de siluetas que jamás se resuelven en algo o en alguien.

Una vez que han perdido su espacio, las voces prefieren callar.