viernes, noviembre 12, 2004

Hace algunos años estuvo de moda en las colonias el comercio de diarios personales, reales y falsos. Las antiguas bibliotecas y librerías del centro de la ciudad fueron practicamente tomadas por asalto: cerradas por décadas, seres anónimos se apresuraron a reclamarlas. Los anuncios clasificados de los periódicos se saturaron de oferta y demanda por esas libretas cuyos dueños originales seguramente jamás imaginaron que su valor pudiera rebasar el terreno de sus propios sentimientos. Nadie se explicaba el auge repentino de esos objetos, hasta que la policía hizo un descubrimiento escalofriante: al allanar el departamento de un Nexus 2, los agentes encontraron una colección completa de esos diarios con anotaciones al pie de las páginas y trazos incomprensibles que los estudiosos develaron como intentos de esquematizar la conducta humana. Luego vino el silencio. Las páginas de anuncios de los periódicos volvieron a las ofertas cotidianas y los programas de análisis ignoraron el tema repentinamente. Entonces se comenzó a traficar con aquellos objetos, y con el tráfico vino la falsificación: los diarios ficticios se producían en serie. Las redadas a los barrios de comercio informal comenzaron a ser asunto de rutina, y el decomiso incluía degeneradores de material sintético, química básica, folletería antigua de establecimientos comerciales. Había mucho escritor fantasma creando falsas nostalgias en torno a vidas que jamás existieron. Alguno de ellos tuvo éxito trasladando aquel auge a la literatura y creó un género de culto.

Uno de esos diarios está en mis manos.

Me encontró en alguna callejuela, durante el regreso a casa. Un pordiosero me lo ofreció por unas cuantas monedas. Movido por la curiosidad, aunque no sin repugnancia, decidí aceptarlo. El hombre me brindó una sonrisa carcomida y desapareció en las sombras. Sé que es original porque puedo diferenciar a la distancia una piel humana de una piel sintética. No soy amante de las antigüedades, pero desde entonces he admirado su arquitectura, la reducción de ese objeto a la estructura primigenia, la oscura intimidad de sus confesiones.

A veces me gusta repasarlo, aunque ciertas líneas ilegibles hacen difícil seguir las narraciones. En particular, me llama la atención un poema que parece expresar añoranza, no sé si de una mujer o de toda una década. No soy historiador; no sé de qué lugares habla ni me he detenido a investigarlo. Creo que la magia que me provoca radica en ese misterio.

La libreta tiene un título: Los cuadernos de Fabiola. Este es el poema del que hablo:

Miente la noche:
esa melodía que se asoma a mi ventana
no es aquí ni es ahora
Es en 1983

Es un niño que es un adolescente que es un hombre
que aguarda
-a ella, que camina hacia él

No se detendrá: hoy, después de tanto tiempo, lo sé.
Pero su mirada
que alguna vez fue suficiente
lo registra

¿Sabes, Fabiola?: en tus ojos-melodía
caben
Argentina humillada
la era Reagan
el Grammy que mereció ganar el Sinchronicity
cientos de noches con la ciudad al fondo
madrugadas de videos musicales
otra mujer que no se parece a ti
la explanada de la escuela en oscura progresión
el Live Aid
rostros que te eran familiares, de pronto tan ajenos
el disco de A-Ha que no consigue olvidarte
Jazz FM, Kosmoestéreo 103
una mañana cualquiera en el mundo con 8.1 grados richter
el antes y el después de la Colonia Roma
libros apergaminados, polvo, paseos por el Centro
el cadáver de Borges
las tardes de San Angel
lluvia sobre el mármol de Bellas Artes
la belleza de Lorena, tan distinta
el tarot en Tlatelolco, que no te nombra
las confesiones de una noche de niebla en Coyoacán
perderse en la Condesa, beber, amanecer a mediodía
la NASA lanzando fuegos artificiales de millones de dólares
tu voz por última vez en el teléfono
el muro que cae al igual que la noche sobre esa década

y la línea que en el último segundo se detiene

allá, de ese lado, 1990 nos aguarda
nos mira lo miramos:
medusa de las horas
nostalgia de las piedras

todos esos instantes detenidos
mientras aquella mujer pasa y se aleja
-siempre se está alejando
en esa noche de 1983.

Aquí concluye la mentira
la máscara está en mis manos y allá afuera
las calles te ignoran.

Descreo de la resurrección, pero
esta noche el cuaderno se quedará abierto:
si acaso eras verdad y despiertas a la sombra de este poema
será tu privilegio regresar al olvido.


Hoy que lo he leído nuevamente, he sentido pena por él, por los poetas. Porque los rostros que hay en su mente se resuelven en palabras, pero tú nunca sabrás lo que ellos imaginan o han visto, o quisieran ver.

A mis manos, en cambio, les bastan unas cuantas herramientas para darle a la piel que habita mi taller ese gesto que entreví una tarde en soledad.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Hola, me ha encantado leerte . He disfrutado de tu prosa , lo indecible . Me gustaria invitarte a este foro , a participar en él, seguro que su administradora estará encantada de que lo hagas.

http://lunetras.espectros.net/index.php

10:21 a.m.  
Anonymous Anónimo said...

culera administradora de lunetras, por egolatra ya le hackearon su puto foro

5:20 p.m.  

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